Con la implantación del capitalismo la sociedad se interesa más por el beneficio individual que por el beneficio colectivo. Las personas son capaces de pisotear a los demás con tal de conseguir una mejor situación económica y social, sin tener presente las consecuencias que puede acarrear para los demás. Este hecho hace que la pobreza siga vigente en nuestra sociedad y que además se agranden las desigualdades entre las clases más ricas y las más pobres.
Habitualmente se suele distinguir entre pobreza absoluta o de subsistencia y pobreza relativa. La pobreza absoluta o de subsistencia se refiere a la carencia de requisitos básicos para mantener una existencia física saludable, mientras que se habla de pobreza relativa cuando no se tiene el nivel de ingresos necesarios para satisfacer todas o parte de las necesidades básicas, ocultando, en este caso, las variaciones que se producen en las necesidades reales de las personas.
El número de personas que vive en la pobreza o en el límite de la misma aumentó drásticamente durante los años ochenta. Todas las sociedades, independientemente de su sistema económico y social, intentan, en mayor o menor medida, revertir esta situación. El principal objetivo es acabar con la propagación de la pobreza infantil, y para ello optan por políticas de ayudas sociales.
Los programas de asistencia social que están bien planteados y que se gestionan de forma sistemática, junto a políticas públicas que ayudan a disminuir el desempleo, reducen los niveles de pobreza. Probablemente, la sociedad tiene que pagar un precio por ello, no sólo a través de una alta presión impositiva, sino en el desarrollo de organismos administrativos burocráticos que pueden apropiarse de una gran cantidad de poder.
Clase, desigualdad y competitividad económica
Las desigualdades entre los pobres y los que tienen más poder adquisitivo han aumentado. Este hecho hace que nos planteemos si es este aumento de la desigualdad el precio que hay que pagar para mantener un desarrollo económico. Según nuestro punto de vista, es posible conseguir un desarrollo económico apostando por una política más igualitaria, en donde los intereses colectivos predominen sobre los individuales. De hecho, los países en los que el conjunto de las desigualdades es relativamente bajo han prosperado más que aquellos en los que la división entre ricos y pobres es mayor.
Las desigualdades económicas son una característica permanente de todos los sistemas sociales, y las divisiones de clase son cruciales en estas desigualdades. No proponemos crear una sociedad en donde no haya clases sociales y en donde todos seamos iguales, porque sería una utopía. Sin embargo, deberíamos intentar crear una sociedad más justa e igualitaria, y para ello uno de los pasos sería erradicar la pobreza.
.
.
Eloy
jueves, 11 de diciembre de 2008
Pobreza y desigualdad
Etiquetas:
Desigualdad
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario